>> lunes, 31 de agosto de 2009



Malgasté mi tiempo, ahora el   
tiempo me malgasta a mí.  
William Shakespeare   
  

   
           * * * 
 
  


Era una grandesa entre los ojos,
un reloj sin batería, un par de agujas
sin la mera necesidad de andar.
Una suspensión de gota bajo
sus pies descalzos, un minuto
que duraba la eternidad entera
y donde esa eternidad era también
un segundo colapsado de éxtasis
o una hoja perdida en un túnel de ciudad.
Un desliz de la mirada y una
mancha blanca que se hacía puente
en medio de la espalda.
Una mancha de afán rosado,
casi hasta los labios.Sobre el mármol,
o bajo la glorieta de amapolas.




  * * *   


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>> domingo, 30 de agosto de 2009

  

   
           * * *        

       


Hay barricadas y hay fusiles cargados, hay 
tanques y hay soldados eufóricos, hay río 
de sangre y hay lágrima de madre que perdió 
a su hijo en medio del tiroteo, hay sed 
de vida, hay hambre, hay sociedad muerta y 
hay pueblo rendido, hay hospitallleno y escuela 
incendiada, hay nubes negras y lluvia ácida, 
hay tangos penumbray hay ángeles abatidos, 
hay doctores sin primeros auxilios y hay 
padres sin empleo.
Hay casa vacía. Hay tu soledad, la mía y la 
de todos ellos. Hay frío de cráter y hay libros
enfermos de bibliotecas calcinadas, hay poesía 
abandonada y hay lágrima en formade océano, 
que cae de esa misma poesía.
Hay imaginación de desastre y hay realidad 
que la confirma.Hay visiones de sísmicos 
misiles a un par de metros y hay techos
nadando en el suelo. Hay mar contaminado. 
Hay árboles de eternootoño y hay flautas 
de grabes sonetos, hay papel hecho bollito
y hay cartas sin destino posible, hay amores 
muertos y hay avionesbombardeando el asilo 
de abuelos. Hay sol escondido y hay luna nueva 
a infinitos años luz. Hay galaxia extraviada y 
hay kilómetrosde escombro. Hay bullicio 
insoportable y cada tanto hay silencio nervioso 
que antecede a la tormenta. Hay aire repleto 
de miedo y hay clima de fuerza armada. 
No hay oxígeno.
Hay mounstros de metal cromado que se 
derrumban en un instantey hay olas de polvo 
inmundo que te pudren el olfato. Hay aroma
a cadáver de sueño y hay sentimiento de 
conciencia partida. Hay montañas de niños 
muertos y hay luces de ciudad aplastadas por
el pie gigante del odio. Hay ardor en los ojos. 
Hay masacre y hay tortura,hay plan de 
conquista y hay oro de por medio. Hay codicia 
ilimitaday hay gente corriendo tras la esperanza. 
Esperanza que ya se hizono se cuántos suicidios 
al instante, con la bomba que estalló esta 
mañana.Hay este escrito y hay lágrima que 
lo cubre, hay todo un mundo que no soñé.
Hay paranoia abyecta y hay ruidos que se 
parecen a los pasos de alguienque usa botas 
negras, subiendo la escalera tras la puerta 
cerrada.Hay suspiro abismal y hay dientes 
apretados. Hay gritos ajenos,a un par de 
metros y hay puerta que se abre de golpe. 
Hay broncaque me pone sobre mis pies en un 
instante y hay un deseo malignoen los ojos 
de un mounstro asesino. Hay granada que se 
suspende en el aire y entra a mi dormitorio 
sin permiso, para descansar bajo mis pies...



  * * *   


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>> sábado, 29 de agosto de 2009



Nos escondemos en la fría indiferencia 
al sufrimiento innecesario de otros, 
incluso cuando lo causamos.

James Carroll    
  

   
           * * *
 
  



En un par de respiros se habría podido notar 
el ambiente apocalíptico que yo sentí ni bien 
abrí los ojos, tirado en medio de la calle. Pero 
no le prestaban atención, porque algunos 
miraban amanecer el cielo, sentados sobre sus 
manos para que el aire helado no les cortara 
la piel. Otros bajaban las banderas dentro de 
un taxi, y otros menos se iban a dormir desin-
teresados del tiempo. Había sucecido hacía 
no más de media hora y ya todos parecían 
haberse olvidado. Eran como satélites inútiles 
y abstractos. Pero así como el hombre le 
encontró utilidadal que luego llamarían "luna" 
-tal como lo podrían haber llamado Jacinta- 
yo me hice cargo de mi modesto ingenio y les 
puse nombre a cada uno de todos los seres que 
me iban rodeando sin saber para qué. Hasta 
que llegó uno, al que no le pude poner nombre 
alguno... Y en un segundo, salieron un par 
de alas púrpura, por detrás de su espalda.

Miré mis manos, y estaban bañadas en sangre.

Ese ser no tenía nombre, simplemente 
venía para llevarme.




  * * *   


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>> viernes, 28 de agosto de 2009



   
           * * *              


Los caminos de repente comenzaron a tornarse azules, 
cromados, como si fuera la sangre furiosa de un rey. 
Y ese pájaro parado ahí,mira pero no se atreve a creer 
lo que ve. Ese viejo hombre con una faja que le cruza 
el pecho y dice "perpetua" en color amarillo, se retuerce
sobre los cubos circulares en medio de la calle y forcejea 
con su espírituque se va. Y no puede ese cuerpo de 
estropajo remediar lo que predijeron los fuegos vivientes 
en uno de sus sueños. Esos que salían de las bocas de 
las flores, y tragaban todo lo que se cruzaba en su camino, 
menos a este hombre, pues su existencia no tenía valor, 
ni para el reinado del infierno.
Un hombre ha sido éste, que mal se portó, y ahora debe 
pagar. Por la desaparición. Y en sus ojos se funden las 
lagrimas de esos que hace tiempo, enterrados vivos,
le cubrieron la espalda día a día, año a año, minuto a 
minuto. Y mientras la sangre cae de a gotas sobre la 
ventana azul del anciano, ya sin alma, éste le grita
a la noche “por qué a mi, por qué a mi”. Los gritos, 
las máscaras, la sal y los pies, no le dejan aislarse
siquiera como un pez sobre el tejado, que vuela hacia 
las mareas directo al hoyo profundo; ese túnel donde 
mi mente se oscurece cada vez más,mucho más de lo 
que imagina el hombre condenado.
Y la sangre del dictador al fin mancha la historia,
y demuestra que el mal, no vive por siempre.



  * * *   


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>> jueves, 27 de agosto de 2009



 * * *       


Era como sentir el calor interno de un cuerpo cercano. 
Como cuando abrís los ojos a la mitad de la madrugada 
y te encontrás con que a no más de veinte centímetros 
de vos, duerme un ángel de tonos sepia que respira 
lentamente y te recuerda a un arruyo similar al de cien 
gorriones volando. Lo idolatrás, lo sacralizas como un 
tesoro azteca o esa bufanda roja tejida que usaba tu 
abuelo. Y lo amás porque es un respiro eterno donde 
cada partícula de oxígeno se transforma en huracanes 
limpios atravesando los pulmones y cada conducto 
dormido hasta llegar a esa nariz perfecta del ángel, y así 
suicidarse en una muerte dulce contra las sábanas de 
perfumes amarillos y matices cálidos.
   Es absolutamente innecesario calificar al cuerpo cercano, 
para mí es un ángel, para aquel que no cree en los ángeles 
puede ser un enjendro imposible, y para vos puede ser 
tan solo una mujer joven descansando después de un 
día pesado. Es simplemente el calor de un cuerpo cercano. 
Estar parado frente a la cornisa de un volcán sin la mínima 
preocupación de caerse a su mar de fuego, y de espaldas. 
Porque no es este un fuego que queme malévolamente, 
o al menos eso parece, y qué más te importa. 
   Es un fuego tranquilo, de letargo puro, de golondrinas 
a punto de salir volando hacia su nuevo e interminable 
destino. Observar el desorden de la habitación y que no te 
importe, o simple-mente observar los ojos cerrados del 
ángel y disfrutarlo igual que una poesía fresca de 
lunes por la mañana; mientras lees el diario y 
revolvés el azúcar del té. Enamorarse sin apuros de 
los cabellos que no son dorados sino púrpuras y querer 
hundir tus manos en él. Aunque no podés, porque el 
ángel se despertaría y eso es lo que menos esperás. 
Porque después de un día pesado, lo único que querés 
es dormir un poco y soñar con un ángel que te acompaña
cada noche y que al amanecer, ni bien se despiertan los 
álamos y los picaflores, te mira con una sonrisa de mares 
y te dice despacito...

“Te amo. ¿El té lo querés de durazno o de manzanilla?”.



  * * *   


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>> miércoles, 26 de agosto de 2009

La excelencia de un gobierno 
no se juzga por su orden.
Lao-Tsé 
  

   
           * * *        

       

Hacia afuera, la parada del 105 se acercaba corriendo, los 
semáforos se abrían como en un relato surrealista y el 
paraguas de José se cerraba al mismo tiempo que asumía 
la posición necesaria para subir los dos escalones altísimos 
del vehículo. No mucho después, dentro del colectivo, un 
manojo de llaves luchaba infelizmente con el bolsillo 
apretado de algún traje gris del fondo. Se concebía a sí
mismo como un regulador de conciencia, el mismísimo 
bolsillo se transformaba en un asqueroso emperador de 
la censura o en un chaleco de fuerza que las ahorcaba y 
las estrangulaba en un solo terror. 
   Pero no se rendía el manojo de llaves. Sucumbía al 
silencio con un par de gritos de agudísimos desiveles, 
que como es de saber, no escaparían al oído del poeta 
cansado (que dormía sentado en el asiento número cuatro 
de la fila izquierda).  Una gota filtrada de lluvia le recorrió 
la cara y lo despertó, y sintió como si esa gota fuera el 
mismo mesías encubierto de moléculas pequeñitas. 
Sin sorpresa ya, una mano le rozó el hombro al pasar 
hacia adelante, para bajar por donde no es debido. Casi 
metafóricamente sintió el dolor vanidoso de esas gotas 
que no se podían enterrar en el hueco de la ventana.
   No habían sido capaces de igualar a aquella gota filtrada 
y piadosa que le quitó la venda de los párpados en un 
santiamén. Cuando las vio correr por el cristal sucio y 
empañado, supo entender que en mayoría se apuraban 
por entrar, aunque no podían. Su instinto animal colapsaba 
la entrada microscópica y todas morían ahogadas en una 
misma humedad. Y así iban a parar en un suicidio 
instantaneo, a esa explosión milésima contra el asfalto. 
Corrían a velocidades tan abstractas por encima del vidrio 
y era tan obvio su descenso, que le permitían al poeta -por 
siempre cansado- imaginar antes de tiempo ese estallido 
inhumano, ese latigazo desprendido, ese último respiro 
agonizante sobre el asfalto, manchado de smog y aceite 
de motor.
   En cambio las libres lograban un trance de desgarra-
miento directo. Un sacrificio sagrado sin la mínima 
necesidad de sacralización. Eran las que viajaban hacia 
un destino directamente proporcional al edén de la lluvia 
de invierno. Sin quererlo ese mismo poeta, que había 
durado un minuto pensando en ese edén de las gotas 
libres, se volvió a encontrar con el canto desesperado 
de las llaves que aún luchaban con la ineptitud elitista 
de algún traje del fondo. Apretado, políticamente 
correcto, miserable como las gotas colapsadas entre la 
rajadura del vidrio ventanal.    Pero por otros lados, 
aunque no tan lejos, un despistado del primer asiento a 
la derecha, descartaba de manera obvia que su cigarrillo 
pudiera encenderse desde el final hacia el principio. 
Él quería empezar por el final, por esa coagulación 
de químicos concentrados en dos centimetros de mísero
filtro. Porque claro, pensaba que si lograba sobrevivir a 
su inminente ataque, sería capaz de soportar cualquier 
cosa, y lejos de saberse ingenuo, eso le daba un buen 
autoestima antes de bajar del micro y encontrarse cara 
a cara con la realidad.     Sin embargo, todavía no se ha 
descubierto cuál es el final, ni mucho menos el principio. 
El mundo se había hecho para usarlo de esta manera,  
y no se atreva nadie a rasgar el extremo  de dicha orden.



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>> martes, 25 de agosto de 2009







Vos y tus palabras estiradas,
vos y tus manos blancas,
vos y las rimas que no te sientan.
Vos y tus pies descalzos,
vos y tus ojos manchados,
vos y tu carne dulce,
vos y tu aroma frutada,
vos y tus piernas cruzadas,
vos y tu alma de interperie,
vos y tus pechos de rio manso,
tu piel erizada,
vos y tu cuello abierto a mi cuerpo,
vos y tu sexo, nuestro sexo y el alma,
vos y tu mente apagada,
vos y la madrugada, y la luna,
tus estrellas
vos y tu imaginación entretejida,
vos y nuestro espíritu, uno solo,
vos y tu llamado del alba,
vos... y yo.



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>> lunes, 24 de agosto de 2009



Siempre imaginé que el   
Paraíso sería algún   
         tipo de biblioteca   

                    J. L. B.  

   
           * * *        

       
Es una mera cuestión de lirodicracia. A veces parece 
funcionar y llenar facilmente los 6 sentidos, de la forma 
más cosmogónica e imperfecta. Pero eso de inventar 
ingenuamente palabras con la menor fricción entre 
letra y letra, por el solo hecho de crear algo, es tan solo
una cuestión de estúpida y aberrante lirodicracia. 
Como un esqueleto sin bisagras, o un pájaro escondido 
de la sombra de su propio nido. Un aburrido manto de 
sonidos antifonéticos imposibles de producir con la lengua 
y los labios separados. Esa especie de concepciones 
literarias abyectas... cómo decirlo, esa raza de palabras
que salen desde la garganta y atraviesan todos los dientes 
y todos los relieves de la boca. Pero engordan tanto a cada 
paso que dan, al punto de crecerles el ego de tal manera 
que justo antes de llegar a la puerta de salida explotan como 
si fueran un pomo de dentífrico apretado con la peor de
las furias. Ese tipo de invensiones, sin duda, se van 
transformando asquerosamente en relaciones infaustas, 
como la del guante de lana y los dedos fríos de la mano. 
Pegados, pegajosos, como la definición y la letra muerta, 
el foneatra cansado y el significado fundido por la 
actitud cohersiva de la estética pura. Como una radio vieja 
con el dial en la estación de tangos y un borracho que 
canta parado sobre la barra. No es más que la relación 
infausta de dos cosas que podrían abarcar una sola palabra,
pero que sin embargo se necesitan miles de ellas para 
describirlo y que el cerebro lo entienda.

A saber. Todo está relacionado. Pero es poco interesante 
sentir a una gota de lluvia si no tiene un pedacito de tierra 
donde caer. Llenarnos en ese instante, de toda su libertad.
Ese instante en que la gota misma se desprende de cada 
molécula que la encarcela y así irse acostumbrando a ser 
espíritu libre; el momento en que estalla sobre el suelo 
y se hace miles de gotas más, microvisibles, imposibles 
de ver y sentir. 
La gota es generosa y quita la sed de la tierra, pero la tierra 
es más generosa aún, por darle un lugar, un límite, a esa 
gota que de lo contrario, hubiera tenido un viaje infinito
hacia el descenso impredecible, y nunca hubiera podido 
ser libre. Pues la eternidad no es más que una cápsula de 
rejas, apresando al ser en su mera esencia de nunca 
terminarse.

Pero quién se sabría capaz de decir lo que es arriba y abajo 
si esa gota no tuviera dónde caer. Si tan solo se deslizara 
por una ruta invisible, en un presente eterno sin pasado ni 
futuro. Un camino directo hacia el Séptimo nivel de algún 
infierno literario.

Es por eso que el suelo existe y la gota también. Aunque 
sin embargo, en vano sería todo este palabrerío, todo esto 
de la tierra y la gota, que parece noción tan importante.
En vano sería el todo, si es que entre ese todo, no existe 
una mísera semilla, que en este instante, brilla por su 
estrepitosa ausencia.



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El que decida
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hacerlo, pero
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Por una inevitable
característica del
espacio, debo
aconsejarles
que
para una visita
más cohesiva por
este sitio, accedan
al archivo
del
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se encuentra
por debajo de
estas palabras)
para poder
comenzar por
las entradas
más antiguas.


De modo contrario,
deberán hacer su
lectura de atrás
para adelante.

Y esto no es
Rayuela...

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