>> miércoles, 4 de noviembre de 2009




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La línea corría totalmente sola y se perseguía a si misma sobre sus pasos. Casi inútilmente se iba transformando en una especie de composición interminable, de historias y visiones de puro vicio inocente y nada más. Un ritmo, tic, tac, tic, tac, tic, tac. Idéntico, fastidiosamente idéntico. Hasta se podría decir que aparentaba de obsesiva y neurótica en su actitud paranoica y retrotraída, ya que no era más que ella sola, dentro de un angosto terreno infinito por donde podía correr sin límites todo lo que se le diera la santa gana y sin que nadie la juzgara, o peor aún, prejuzgara.
    Pero claro, debería correr siempre en la misma dirección, no podía de ninguna manera transgredir con el orden de los sentidos establecidos. Por lo tanto, corría sin la posibilidad de tener decisiones propias favorables, se daba cuenta de que la condena ya se regodeaba de su existencia antes aún de que pudiera llegar a correr hacia otro lado. Era un sentencia previa a los pensamientos, un angosto túnel sombrío capaz de leer la mente abstracta de la línea y condenarla, como ya fue dicho, antes de que ésta pudiera siquiera tomar una decisión que quebrantara la ley de orden establecido, ese mundo monótono, esa cárcel de locos.
   Sin nombre, pero existente en ese lugar, era el mismo caso de un rombo que permanecía casi ignorando la cuestión, dentro de un círculo, y que a la vez poseía en sí mismo a ese círculo anterior; y así, sucesivamente hasta perder el sentido de la simple vista y perderse en un punto negro, o azul opalino. Se convertía consiguientemente, como es fácil imaginar, en un hoyo más negro que el anterior y en una obviedad que llevaba sin excepciones a un final de desaparecidos. Un terrible e inquietante misterio de línea en su peor fracaso de exiliada, y que llevaba la forma
-para explayarlo de manera simbólicamente lógica- de un tonto signo de interrogación.

“No está, desapareció”. Sin embargo la línea corre y corre, por ese túnel angosto y cada vez más negro que la esconde más y más de ese halo de luz proveniente de sus pensamientos propios. Lúcidos o fantásticos, racionales o surreales, inocentes o culpables. En fin, esos conceptos pueden llegar a ser observados como inevitables antagónicos, sobre todo los últimos dos. Pero que quede claro, eso sucedería en el mundo real. Aquí por el contrario, son fieles identificables al mismo calificativo de inservibles. Sin absoluta importancia en este lugar angosto, oscuro y sin nombre, por donde todavía corre esta línea cansada, siempre en una misma dirección y dale que vá.

  


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