>> miércoles, 4 de noviembre de 2009




***
 
La línea corría totalmente sola y se perseguía a si misma sobre sus pasos. Casi inútilmente se iba transformando en una especie de composición interminable, de historias y visiones de puro vicio inocente y nada más. Un ritmo, tic, tac, tic, tac, tic, tac. Idéntico, fastidiosamente idéntico. Hasta se podría decir que aparentaba de obsesiva y neurótica en su actitud paranoica y retrotraída, ya que no era más que ella sola, dentro de un angosto terreno infinito por donde podía correr sin límites todo lo que se le diera la santa gana y sin que nadie la juzgara, o peor aún, prejuzgara.
    Pero claro, debería correr siempre en la misma dirección, no podía de ninguna manera transgredir con el orden de los sentidos establecidos. Por lo tanto, corría sin la posibilidad de tener decisiones propias favorables, se daba cuenta de que la condena ya se regodeaba de su existencia antes aún de que pudiera llegar a correr hacia otro lado. Era un sentencia previa a los pensamientos, un angosto túnel sombrío capaz de leer la mente abstracta de la línea y condenarla, como ya fue dicho, antes de que ésta pudiera siquiera tomar una decisión que quebrantara la ley de orden establecido, ese mundo monótono, esa cárcel de locos.
   Sin nombre, pero existente en ese lugar, era el mismo caso de un rombo que permanecía casi ignorando la cuestión, dentro de un círculo, y que a la vez poseía en sí mismo a ese círculo anterior; y así, sucesivamente hasta perder el sentido de la simple vista y perderse en un punto negro, o azul opalino. Se convertía consiguientemente, como es fácil imaginar, en un hoyo más negro que el anterior y en una obviedad que llevaba sin excepciones a un final de desaparecidos. Un terrible e inquietante misterio de línea en su peor fracaso de exiliada, y que llevaba la forma
-para explayarlo de manera simbólicamente lógica- de un tonto signo de interrogación.

“No está, desapareció”. Sin embargo la línea corre y corre, por ese túnel angosto y cada vez más negro que la esconde más y más de ese halo de luz proveniente de sus pensamientos propios. Lúcidos o fantásticos, racionales o surreales, inocentes o culpables. En fin, esos conceptos pueden llegar a ser observados como inevitables antagónicos, sobre todo los últimos dos. Pero que quede claro, eso sucedería en el mundo real. Aquí por el contrario, son fieles identificables al mismo calificativo de inservibles. Sin absoluta importancia en este lugar angosto, oscuro y sin nombre, por donde todavía corre esta línea cansada, siempre en una misma dirección y dale que vá.

  


* * *

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>> lunes, 28 de septiembre de 2009




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Es la idea pura de volver atrás, volver a regocijarse en esa
cama vieja y aplastar los sueños en esa almohada de pluma
de ganzo. La cuál te dobla la edad y todavía reserva las
manchas de saliva de tu padre o tu tío, en aquella época
en que todavía se babeaban de sus sueños infantiles.

Regresar a los patios en los cuales la sombra risueña que
los cubre pertenece a una enredadera vieja también, tanto
como el limonero del que sacás jugosos y exuberantes
limones brillantes de amarillo, antes del almuezo, para
exprimirlos con la mano por sobre un trozo de carne frito.
Porque es más sano, y así la comida no cae pesada.

Pobre estómago de nutricionista, qué será de él, sin las
milanesas de la abuela, o el tuco de la tía, o las vainillas
de la bisabuela. Qué será de las casas sin una enredadera.
Esas que poseen paredes. Y no al revés.

Esa savia blanca que adorna el interior de los
árboles del fondo.

Qué será de los bancos en las veredas de las casas hechas
a mano, sin esa glisina que adorna la sed del frente de esa
misma casa. El jazmín que huele a sexo virgen de mujer,
y la rayuela que dibujaste ayer para saltar de la tierra al
cielo y del cielo a la tierra.

Ese juego que te lleva y  -si tenés suerte-  te trae de
regreso, hacia la tierra. Hacia el calcio impoluto de tus
dientes de leche.

Tus raíces. 


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>> sábado, 26 de septiembre de 2009




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Gregorio Cuevas era un oficinista cansado. Él siempre trabajaba 
de día, y dormía de noche. A Gregorio siempre le había gustado 
la noche, pero nunca podía disfrutarla, porque para lograr ésto, 
debía dejar de dormir, y si dejaba de dormir no podía trabajar, 
y si no trabajaba no comía, y si no comía le daba hambre.
Una noche decidió ir a la playa y mojar sus pies en el mar. 

Enseguida supo lo que era ese movimiento sísmico por debajo 
de las uñas del pie. Ese reflujo constante de agua salada entre 
los dedos, que iba y venía, como perdida en un viaje de bote 
naufragado en medio de la nada. Las pestañas se le agolpaban 
en un abrir y cerrar de ojos como a la velocidad de la luz, 
como si no estuviera enterado del instante, como si esa 
percepción helada entre los dientes fuera de otro momento, 
otro lugar, otro yo.
    
Él sabía perfectamente lo que era esa decantación de yodo 
sobre las   pantorrillas, o el caudal de océano congelado 
trepando por los muslos, aferrándose a cada pelo, mordiendo 
cada poro para no resbalar y caer otra vez al mar. El océano 
lo absorbía.
    
Aquella noche de juventud que había pasado durmiendo 
sobre los médanos a unos metros de esa playa, tomaba 
la forma de un recuerdo lejano y fantástico, un unicornio 
desaparecido, que se apresuraba a saltar desde su memoria 
al espacio vacío, como si quisiera escapar del tiempo.    
 Pero de repente lo despertó la luna, y le mostró el lado 
oscuro mientras él mismo se iba percatando de la hipérbole 
de las nubes queriendo conquistar el azul de la madrugada.
  
A todo esto Gregorio recordó aquella historia del fauno de 
cuernos amarillos, protector del equilibrio, que cantaba 
desde arriba, desde alguna de esas nubes, pidiéndole que 
le conceda un poco de piedad al sol, al día, al alba. Pero él 
se negaba en un dos por cuatro porque no quería dejar 
de contemplar a esas nubes de la noche, que parecían 
enterrársele en los labios. Sabía perfectamente lo que esa 
fricción de pensamientos significaba.
  
 Se había enamorado de la noche a tal punto que no quería 
despertar del sueño. Ese sueño en que pudo observar 
a las nubes, escupirle al lado oscuro de la luna, abrazar a 
las estrellas y al terminar el espectáculo, ponerse sobre 
sus pies y caminar hacia la marea que comenzaba su viaje 
hacia la nada, hacia el más allá en el horizonte rozado por 
el amanecer.
    

Él sabía perfectamente lo que significaba esa sensación de 
alma partida entre los ojos, y no quería otra cosa que 
no fuera dejarse llevar por la marea ni bien comenzara 
a salir el sol, para nunca dejar de ser parte de esa noche, 
y ser una gota más en toda su inmensidad.

 Pues Gregorio, entendió que siendo parte del mar, 
no iba a tener más hambre


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>> martes, 22 de septiembre de 2009

***
 

Y si la noche te escupe la cara a estas horas, debe ser porque 
no hiciste las cosas del todo bien. Hoy podrías estar sentado 
frente al Jardín con esa Mon Cherie, esa mujer a la que 
espantaste de manera rotunda con historias de vias secas 
y paredes ensangrentadas. Pero sin embargo estás más solo 
que la luna y la noche te escupe la cara con sabor a perro 
muerto, a osamenta tirada al borde de la ruta que todos 
ven y nadie recoje. El cielo raso te aplasta sin pedir 
permiso y la boca te sabe a tierra estancada y tenés ese 
gusto salado en los labios que te queman y te sangran cada 
vez que intentas humedecerlos con la lengua que también 
se te seca a estas altas y desesperantes horas de la noche.
     Sentís que el zapato se te hunde cada vez más en 
la mierda y no podés descifrar el color de lo que buscás. 
Las baldozas de tu dormitorio se metamorfosean en arenas 
movedizas y se van tragando de a poco -para que lo veas 
claramente- todo lo que suponés vale la pena en tu vida: 
los libros de cuentos y ensayos que cada tanto hojeas y que 
permanecen inútilmente tirados al costado de la cama; las 
estanterías llenas de telarañas que guardan recuerdos de 
un futuro que no fue; la mesita que sostiene la máquina de 
escribir de tu abuelo, que ya casi nunca usás; el orden 
infausto de tu cama tendida con diez centímetros de 
frazada a cada lado, y la almohada a la que perfumás con 
la gracitud de tu pelo que no lavás hace ya una eternidad.
     Qué es lo que falta en el calendario que cuelga de la pared 
oscura de ese hoyo tuyo. Ese hoyo negro y repugnante al 
que llamas dormitorio y que te sacude las vísceras en la 
mitad de la madrugada, cuando despertás de esas pesa-
dillas frecuentes que tenés vos, todas las santas y 
asquerosas noches. Qué es lo que te da miedo si a fin de 
cuentas la tragedia ya pasó  y la noche ya te escupió la cara 
y la boca te sabe a mierda y los labios te arden como 
volcanes en erupción. Qué te falta para morir en Paz, si no 
hay nada que te haga recordar el dulce aroma de las flores 
y te haga sonreir con las palomas en libertad.
     Qué es... pues debe ser la poesía que todavía duerme 
adentro tuyo como un dragón entumecido esperando 
que lo despierten de un flechazo. O como un par de 
montañas escondidas atrás de la selva. Como un conjunto 
de camuflajes intensos que te pudre la garganta en un 
do re mi. Cuando la noche te escupe la cara y queres 
devolverle el escupitajo y no te salen más que mounstros 
y demonios por la boca, y por la nariz un vomito 
espeso y verde de estómago vacío.
     Qué será lo que te impide clavarte un fierro en las venas 
y ver fluir ese río de sangre oscura que te va manchando 
la camiseta y el pantalón mugriento que no es ninguna 
obra de arte. Y verte desangrar de a poco, si, con el placer 
de saber que no vas ya a volver sufrir. Y sentír que todo se 
termina y descubrir como la boca se te va ablandando y 
el vomito ya ni siquiera se puede oler. Y la mierda en el 
zapato ya no importa porque el infierno es para los 
descalzos. Y el whisky que durmió por décadas en la 
alacena casi vacía, ya nunca va a volver a terminarse. 
Y sobre todo, porque nada de todo eso, va a existir si 
eso pasa. Todo va a dejar de ser, para convertirse en un 
solo baño de sangre que no te dejaría volver atrás ni 
aunque quisieras.

     Y de repente, incapaz de moverte por la debilidad que 
te causa la falta de sangre en el cuerpo... morir para ir al 
infierno, no te conforma. Para ese entonces, hay una 
única respuesta. 

Pero tendrías que estar vivo para encontrarla.



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>> miércoles, 16 de septiembre de 2009




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Como esa ocasión en que la llevé a un museo público, 
que además era de muy buen contenido en materia 
de obras. Algo muy extraño ya que casi desde los 
comienzos de la historia, lo mejor es para algunos 
pocos privilegiados. Pero eso no importa ahora. 
   
Horas, horas nos pasamos frente a ese cuadro de 
Pollock, e increiblemente nuestro cuerpo no nos 
pedía clemencia por cansancio. Es de no entender 
cómo un montón de pinceladas pueden afectar de 
tal manera a la mente y espíritu humano, y llegar 
tan lejos adentro de uno mismo. Como si un meteorito 
se abriera paso en el mar, hasta llegar al fondo del asunto, 
donde todo parecía estar calmado, pero a la vez, 
no dejaba de sacudirse como en un típico 
 movimiento de placas continentales.


* * *

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>> lunes, 14 de septiembre de 2009




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   Sólo el número más alto de ese reloj me corresponde 
ahora. El apocalipsis (o el final que nunca se espera), 
entre los brazos de un ser amado, es lo mismo que nada.
  

   Esa agonía entre los dientes y ese hilo de conciencia 
que no responde por uno. Como la silla al momento de 
tomarse su descanso, al dejar caer sus patas y permitirle 
a la tierra el enredo perverso y hasta pervertido, con el 
lustrado suelo de cerámica vieja.
    

   Suelo de casa empantanada y repleta de fantasmas 
verdes y quebrados. Un piso que la sostiene. Una 
durmiente masa encefálica de madera y cemento al 
mismo tiempo. Y una relajación constante entre el 
terreno natural y la cerámica.Todos sabían que 
llegado el momento, a cada hombre, cada alma 
dormida.

Pero siempre hay peros en el aire.



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>> martes, 1 de septiembre de 2009




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Todo lo que había pensado acerca de esa mancha oscura sobre el respaldar de su cama, se terminó esfumando de un momento a otro. Aunque es errado decir que se esfumó del todo, en realidad simplemente se trasladó por sus propios medios hacia otras formas de metodología abstracta. Y digo esto porque el testimonio del hombre, me confirmó la existencia de concepciones lógicas acerca de las capacidades físicas y mentales de dicha mancha. Él mismo le había puesto ya un nombre, que supuestamente “Ella” le había confirmado en un sueño. Era ya casi como una persona, un ser normalmente físico que lo acosaba cada noche que dormía a su lado, o encima de él, cada bendita noche. Le respiraba sobre los párpados cerrados y le cubría el pecho con húmedo y asqueroso musgo contaminado.
    Al principio, o mejor dicho cuando la mancha todavía era bastante pequeña, él creía que por el tamaño semejante, ésta no tendría más fuerzas de seguir viajando a través de la pared, para continuar con su invasión habitacional, pero se equivocó. La mancha se hacía cargo de su existencia y cada noche mientras el pobre hombre era vencido por el sueño inevitable, estiraba sus largos brazos de verdín y se montaba sobre cada centímetro nuevo que lograba invadir, con esas uñas de sarro y esos dedos de polvo entre los azulejos. Así iba creciendo, minuto a minuto.
     Se infiltraba en sus sueños, lo manipulaba, lo poseía, no lo dejaba pensar en otra cosa. El hombre, pobre, terminaba siendo la mancha misma, observándose a sí mismo desde la pared y teniendo un gusto repugnante en la boca por momentos. Por ver simplemente cómo se sentía el miedo y la paranoia de su propia expresión, en el aire, desde los ojos de la mancha, o de sí mismo.


* * *

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>> lunes, 31 de agosto de 2009



Malgasté mi tiempo, ahora el   
tiempo me malgasta a mí.  
William Shakespeare   
  

   
           * * * 
 
  


Era una grandesa entre los ojos,
un reloj sin batería, un par de agujas
sin la mera necesidad de andar.
Una suspensión de gota bajo
sus pies descalzos, un minuto
que duraba la eternidad entera
y donde esa eternidad era también
un segundo colapsado de éxtasis
o una hoja perdida en un túnel de ciudad.
Un desliz de la mirada y una
mancha blanca que se hacía puente
en medio de la espalda.
Una mancha de afán rosado,
casi hasta los labios.Sobre el mármol,
o bajo la glorieta de amapolas.




  * * *   


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>> domingo, 30 de agosto de 2009

  

   
           * * *        

       


Hay barricadas y hay fusiles cargados, hay 
tanques y hay soldados eufóricos, hay río 
de sangre y hay lágrima de madre que perdió 
a su hijo en medio del tiroteo, hay sed 
de vida, hay hambre, hay sociedad muerta y 
hay pueblo rendido, hay hospitallleno y escuela 
incendiada, hay nubes negras y lluvia ácida, 
hay tangos penumbray hay ángeles abatidos, 
hay doctores sin primeros auxilios y hay 
padres sin empleo.
Hay casa vacía. Hay tu soledad, la mía y la 
de todos ellos. Hay frío de cráter y hay libros
enfermos de bibliotecas calcinadas, hay poesía 
abandonada y hay lágrima en formade océano, 
que cae de esa misma poesía.
Hay imaginación de desastre y hay realidad 
que la confirma.Hay visiones de sísmicos 
misiles a un par de metros y hay techos
nadando en el suelo. Hay mar contaminado. 
Hay árboles de eternootoño y hay flautas 
de grabes sonetos, hay papel hecho bollito
y hay cartas sin destino posible, hay amores 
muertos y hay avionesbombardeando el asilo 
de abuelos. Hay sol escondido y hay luna nueva 
a infinitos años luz. Hay galaxia extraviada y 
hay kilómetrosde escombro. Hay bullicio 
insoportable y cada tanto hay silencio nervioso 
que antecede a la tormenta. Hay aire repleto 
de miedo y hay clima de fuerza armada. 
No hay oxígeno.
Hay mounstros de metal cromado que se 
derrumban en un instantey hay olas de polvo 
inmundo que te pudren el olfato. Hay aroma
a cadáver de sueño y hay sentimiento de 
conciencia partida. Hay montañas de niños 
muertos y hay luces de ciudad aplastadas por
el pie gigante del odio. Hay ardor en los ojos. 
Hay masacre y hay tortura,hay plan de 
conquista y hay oro de por medio. Hay codicia 
ilimitaday hay gente corriendo tras la esperanza. 
Esperanza que ya se hizono se cuántos suicidios 
al instante, con la bomba que estalló esta 
mañana.Hay este escrito y hay lágrima que 
lo cubre, hay todo un mundo que no soñé.
Hay paranoia abyecta y hay ruidos que se 
parecen a los pasos de alguienque usa botas 
negras, subiendo la escalera tras la puerta 
cerrada.Hay suspiro abismal y hay dientes 
apretados. Hay gritos ajenos,a un par de 
metros y hay puerta que se abre de golpe. 
Hay broncaque me pone sobre mis pies en un 
instante y hay un deseo malignoen los ojos 
de un mounstro asesino. Hay granada que se 
suspende en el aire y entra a mi dormitorio 
sin permiso, para descansar bajo mis pies...



  * * *   


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>> sábado, 29 de agosto de 2009



Nos escondemos en la fría indiferencia 
al sufrimiento innecesario de otros, 
incluso cuando lo causamos.

James Carroll    
  

   
           * * *
 
  



En un par de respiros se habría podido notar 
el ambiente apocalíptico que yo sentí ni bien 
abrí los ojos, tirado en medio de la calle. Pero 
no le prestaban atención, porque algunos 
miraban amanecer el cielo, sentados sobre sus 
manos para que el aire helado no les cortara 
la piel. Otros bajaban las banderas dentro de 
un taxi, y otros menos se iban a dormir desin-
teresados del tiempo. Había sucecido hacía 
no más de media hora y ya todos parecían 
haberse olvidado. Eran como satélites inútiles 
y abstractos. Pero así como el hombre le 
encontró utilidadal que luego llamarían "luna" 
-tal como lo podrían haber llamado Jacinta- 
yo me hice cargo de mi modesto ingenio y les 
puse nombre a cada uno de todos los seres que 
me iban rodeando sin saber para qué. Hasta 
que llegó uno, al que no le pude poner nombre 
alguno... Y en un segundo, salieron un par 
de alas púrpura, por detrás de su espalda.

Miré mis manos, y estaban bañadas en sangre.

Ese ser no tenía nombre, simplemente 
venía para llevarme.




  * * *   


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>> viernes, 28 de agosto de 2009



   
           * * *              


Los caminos de repente comenzaron a tornarse azules, 
cromados, como si fuera la sangre furiosa de un rey. 
Y ese pájaro parado ahí,mira pero no se atreve a creer 
lo que ve. Ese viejo hombre con una faja que le cruza 
el pecho y dice "perpetua" en color amarillo, se retuerce
sobre los cubos circulares en medio de la calle y forcejea 
con su espírituque se va. Y no puede ese cuerpo de 
estropajo remediar lo que predijeron los fuegos vivientes 
en uno de sus sueños. Esos que salían de las bocas de 
las flores, y tragaban todo lo que se cruzaba en su camino, 
menos a este hombre, pues su existencia no tenía valor, 
ni para el reinado del infierno.
Un hombre ha sido éste, que mal se portó, y ahora debe 
pagar. Por la desaparición. Y en sus ojos se funden las 
lagrimas de esos que hace tiempo, enterrados vivos,
le cubrieron la espalda día a día, año a año, minuto a 
minuto. Y mientras la sangre cae de a gotas sobre la 
ventana azul del anciano, ya sin alma, éste le grita
a la noche “por qué a mi, por qué a mi”. Los gritos, 
las máscaras, la sal y los pies, no le dejan aislarse
siquiera como un pez sobre el tejado, que vuela hacia 
las mareas directo al hoyo profundo; ese túnel donde 
mi mente se oscurece cada vez más,mucho más de lo 
que imagina el hombre condenado.
Y la sangre del dictador al fin mancha la historia,
y demuestra que el mal, no vive por siempre.



  * * *   


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>> jueves, 27 de agosto de 2009



 * * *       


Era como sentir el calor interno de un cuerpo cercano. 
Como cuando abrís los ojos a la mitad de la madrugada 
y te encontrás con que a no más de veinte centímetros 
de vos, duerme un ángel de tonos sepia que respira 
lentamente y te recuerda a un arruyo similar al de cien 
gorriones volando. Lo idolatrás, lo sacralizas como un 
tesoro azteca o esa bufanda roja tejida que usaba tu 
abuelo. Y lo amás porque es un respiro eterno donde 
cada partícula de oxígeno se transforma en huracanes 
limpios atravesando los pulmones y cada conducto 
dormido hasta llegar a esa nariz perfecta del ángel, y así 
suicidarse en una muerte dulce contra las sábanas de 
perfumes amarillos y matices cálidos.
   Es absolutamente innecesario calificar al cuerpo cercano, 
para mí es un ángel, para aquel que no cree en los ángeles 
puede ser un enjendro imposible, y para vos puede ser 
tan solo una mujer joven descansando después de un 
día pesado. Es simplemente el calor de un cuerpo cercano. 
Estar parado frente a la cornisa de un volcán sin la mínima 
preocupación de caerse a su mar de fuego, y de espaldas. 
Porque no es este un fuego que queme malévolamente, 
o al menos eso parece, y qué más te importa. 
   Es un fuego tranquilo, de letargo puro, de golondrinas 
a punto de salir volando hacia su nuevo e interminable 
destino. Observar el desorden de la habitación y que no te 
importe, o simple-mente observar los ojos cerrados del 
ángel y disfrutarlo igual que una poesía fresca de 
lunes por la mañana; mientras lees el diario y 
revolvés el azúcar del té. Enamorarse sin apuros de 
los cabellos que no son dorados sino púrpuras y querer 
hundir tus manos en él. Aunque no podés, porque el 
ángel se despertaría y eso es lo que menos esperás. 
Porque después de un día pesado, lo único que querés 
es dormir un poco y soñar con un ángel que te acompaña
cada noche y que al amanecer, ni bien se despiertan los 
álamos y los picaflores, te mira con una sonrisa de mares 
y te dice despacito...

“Te amo. ¿El té lo querés de durazno o de manzanilla?”.



  * * *   


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Por una inevitable
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