>> lunes, 14 de septiembre de 2009




***

 

   Sólo el número más alto de ese reloj me corresponde 
ahora. El apocalipsis (o el final que nunca se espera), 
entre los brazos de un ser amado, es lo mismo que nada.
  

   Esa agonía entre los dientes y ese hilo de conciencia 
que no responde por uno. Como la silla al momento de 
tomarse su descanso, al dejar caer sus patas y permitirle 
a la tierra el enredo perverso y hasta pervertido, con el 
lustrado suelo de cerámica vieja.
    

   Suelo de casa empantanada y repleta de fantasmas 
verdes y quebrados. Un piso que la sostiene. Una 
durmiente masa encefálica de madera y cemento al 
mismo tiempo. Y una relajación constante entre el 
terreno natural y la cerámica.Todos sabían que 
llegado el momento, a cada hombre, cada alma 
dormida.

Pero siempre hay peros en el aire.



* * *

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El que decida
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Y esto no es
Rayuela...

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